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Cuenca, ciudad inclusiva

  • Foto del escritor: Jorge Isaac Contreras Ambrosi
    Jorge Isaac Contreras Ambrosi
  • 31 jul 2018
  • 3 Min. de lectura

Caminar es una de las actividades que menos esfuerzo conlleva. O eso es lo que pensamos.

Observamos a los demás, esperamos que el semáforo peatonal cambie a la luz verde para cruzar una calle. Algo que lo damos por hecho.

¿Qué ocurriría si no fuera así?

Acción Social Municipal con la Universidad del Azuay (UDA) ejecutan el programa “Por Una Cuenca Inclusiva”.

En la práctica de esta iniciativa, entre otras actividades, se les cubre los ojos o se les entrega sillas de ruedas a los participantes, que en esta primera etapa fueron funcionarios municipales de diferentes áreas.

Un grupo fue seleccionado para usar vendas y que tengan la experiencia de ser una persona con discapacidad visual. Era prohibido levantársela, la única alternativa de guiarse era poner la mano izquierda sobre el compañero y escuchar su voz.

En esas circunstancias comprendes que dar una caminata por el Centro Histórico no es una tarea fácil.

Desde salir del auditorio del Pasaje León y caminar lentamente por la calle Presidente Córdova, acarrea un cambio total en nuestra forma de movilizarnos.

Dar un paso. Sí, un simple paso te llena de temor por golpearte contra una silla, o quizá una pared. Tratas de recordar lo que habías visto con anterioridad, pero no lo logras.

En la calle escuchas el ruido de los vehículos y sientes temor al pensar si un conductor frenará cuando te vea pasar por la intersección.

No lo hemos pensado, pero solo en Cuenca existen 19.245 personas con discapacidad, de acuerdo a los datos recolectados en el Manual de Reflexión, que se desarrolló como parte de esta iniciativa de la Alcaldía de Cuenca.

En este mismo documento, Ana escribe una carta para todos los lectores para que más personas pueden conocer su realidad. Ella comienza informando que es una mujer sorda, no sordomuda, puesto que su sordera no implica que no pueda hablar.

Ella desea que cada uno de nosotros nos pongamos en su lugar. “Somos seres humanos, ciudadanos y ciudadanas que apelamos al cumplimiento justo del derecho que tenemos  de acceder y de ser incluidos…”.

En nuestras actividades personales  y profesionales invisibilizamos a las personas con discapacidad, sin percatarnos que, más que las barreras físicas, las que tienen mayor incidencia son las que se forman con nuestros prejuicios o temores, basados en el desconocimiento.

¿Alguna vez pensamos que ellos también necesitan eventos de distracción, lo que conlleva efectuar un simple trámite en una oficina pública o privada?

Nos molestamos cuando tienen preferencia en una ventanilla de una entidad financiera o pensamos que son afortunados por tener descuentos.

Lo que debemos entender y no repetir es que son “discapacitados”, “personas especiales” o con “capacidades diferentes”. Ellos son personas con discapacidad.

De la misma forma los términos como “retrasado”, “débil mental”, “defecto de nacimiento”, “manco”, “incompletos” se sustituyen con términos como persona con discapacidad intelectual, discapacidad congénita, persona con discapacidad visual, ciego, persona con amputación o amputado. 

La discapacidad es una condición y no un padecimiento. No se padece, ni se sufre.  

Las personas con discapacidad y sin discapacidad tienen los mismos sueños, metas y aspiraciones. Ejemplos hay muchos.

¿Qué hay de la legislación del Ecuador?

La Constitución de la República del 2008 enuncia los derechos de las personas con discapacidad como parte de legítimos privilegios de cualquier otro ciudadano.

El artículo 6 de la Ley Orgánica de Discapacidades considera a las personas con discapacidad a toda aquella que, como consecuencia de una o más deficiencias físicas, mentales o intelectuales o sensoriales, con independencia de la causa que la hubiera originado, ve restringida permanentemente su capacidad biológica, psicológica y asociativa para ejercer una o más actividades esenciales de la vida diaria.

Pero en el Ecuador no siempre fue así. No fue hasta 1940 cuando se dieron las primeras iniciativas a favor de las personas con discapacidad, impulsadas por los padres de familia e instituciones privadas.

¡El cambio inicia por nosotros y aún hay mucho por hacer!

 
 
 

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